Bocados de realidad XIII
Como ya relaté en el segundo de estos Bocados, la visita que hice en cierta ocasión dos días seguidos a un polígono industrial para hacer fotos minimalistas fue
fructífera. Hoy traigo dos fotos que proceden de aquella excursión y tengo aún
más, varias de ellas en proceso de definición, es decir que aún no he
conseguido ver y extraer la foto que encierran. Ese era el caso de la segunda foto,
imperfección, que ha permanecido
latente durante un año largo hasta que finalmente se ha dignado aparecer.
También dije ya entonces que las chapas plegadas que constituyen en muchos casos el revestimiento de los edificios industriales dan mucho
juego, sobre todo, claro está, cuando se busca construir composiciones
geométricas. Eso sí, es necesario que en los trazados en que aparecen líneas verticales
u horizontales, como en el caso de la primera de ellas, que he titulado shot, éstas sean perfectas porque es de
esa condición de la que nace la limpieza y la asepsia a que me refería en
aquella entrada y que resulta imprescindible en las fotografías minimalistas; hay por tanto que tratarlas con algún programa de edición que corrija la deformación
que provoca la perspectiva.
Shot |
En estas dos fotografías esa regularidad casi impoluta se
rompe con una deformación que adquiere inmediatamente el protagonismo de la
escena, de forma mucho más relevante en la segunda, pues mientras que en shot hay otros elementos que intervienen
en la composición e incluso algunos de ellos como la suciedad que hay en el
suelo y los hierbajos que crecen junto
al zócalo actúan en esa misma dirección, imperfección
es una limpia y perfecta composición con líneas que juega con las gradaciones
de brillo y color y que adquiere un nuevo sentido, el definitivo, cuando su cadencia queda rota
por esa leve abolladura que automáticamente atrapa la mirada para no soltarla ya.
Se ha resistido pero estoy encantado con el resultado.
Imperfección |
He visto recientemente una exposición de cerámicas de Miquel
Barceló que me impresionó. Incluye vasijas perfectamente ejecutadas que, antes de pasar
por el horno, cuando el material aún conserva su estado plástico, han sido
deformadas, chafadas, abolladas, rotas. Pensé que esas deformaciones podían
responder a una voluntad por parte del artista de poner en práctica el inevitable deseo infantil de hacer eso cuando
la pieza está aún en el torno, blanda y maleable. Lo que es seguro es la
fascinación que provocan las formas resultantes que, pese a su belleza plástica y sensual,
representan la imperfección. Me pregunto si visitar esa exposición y ver esas
cerámicas habrá tenido su influencia en que finalmente haya conseguido ver esta
última foto.
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