A menudo me complico la vida buscando que las fotos tengan
“contenido”, que cuenten alguna historia sorprendente, que tengan un encuadre
llamativo, que aparezca en ellas un personaje singular… en definitiva que
capturen la atención y eso me lleva a descartar fotos porque pienso que no
dicen nada. Afortunadamente tengo momentos, aislados, de lucidez y me doy
cuenta de que nada de eso es imprescindible para una buena foto, que con lo más
simple, con lo cotidiano se puede construir una gran foto. Roma, la recientemente
oscarizada película de Alfonso Cuarón
no cuenta una historia extraordinaria, ni los hechos ni los personajes que la
protagonizan tienen cualidad relevante alguna y tiene tanta presencia lo que no
se muestra como lo que se ve, la intensa poesía que emana de la película brota
de la serena exposición de lo cotidiano y demuestra que cualquier vida,
cualquier historia está cargada de “contenido”. Es el espectador quien lo
encuentra y se conmueve, cada cual en motivos distintos, observando esa simple
realidad. Tal vez por una razón similar a aquello que decía Proust de que la felicidad nunca se
posee completamente y, temiendo que Albertine
lo culpara a él de no proporcionarle dicha plenitud, afirma que esa
imperfección es atribuible a quien experimenta la felicidad, no a quien la brinda.
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(Feb. 2019) |
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(Feb. 2019) |
No es el caso de cuando una tarde esta chica vino a sentarse
en la plaza en el lugar y en el momento justo en que la luz languidecía y que inmediatamente
vi que era un momento fantástico. Tal vez a esa hora ya empezaba a refrescar y
solo buscaba aprovechar el calor de los últimos rayos de sol mientras esperaba
a alguien.
Le hice muchas fotos. Las que más me gustan son estas dos.
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(Mar. 2019) |
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(Mar. 2019) |
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