Bocados de realidad LXXVII


Esta semana he estado ocupado en otros asuntos y la fotografía ha quedado a un lado, cosa que, dicho sea de paso, no me viene mal. Así es que esta entrada no la voy a dedicar a mis fotos sino a dos fotógrafos a los que la televisión pública dedicó recientemente sendos reportajes.

Uno de ellos es un viejo conocido, Alberto García Alix, a quien TVE dedicó recientemente el programa Imprescindibles. He visto varios reportajes sobre él, se pueden encontrar fácilmente en Youtube, y siempre me planteo la misma cuestión: no sé qué me fascina más si el personaje su fotografía. Bajo una apariencia dura: tatuajes, vestimenta y también por el mundo que muestra en sus fotos y que no es otro que su propio mundo, ciertamente menos ahora que cuando era más joven, lleva a pensar en el ambiente de los pandilleros de vida disoluta, alejada del pensamiento; pero cuando habla para explicar sus fotos o las circunstancias que propiciaron alguna de ellas, emerge un ser ultrasensible y cultivado. Y no es que su vida no sea la que aparenta, que realmente lo es: surcada de problemas con las drogas, la salud y las vivencias, como cuenta en este programa y lo que sorprende es su actitud ante todo eso y la forma, serena y lúcida, de convertir todo eso en arte. Se le ve conforme, satisfecho, convencido de los caminos por los que discurre su vida. Su visión de todo ello es siempre poética y todo esto es lo que transmite en su fotografía.





El otro es Enrique Metinides, un fotógrafo mexicano ya jubilado pero que yo he conocido gracias a este documental de Documentos TV (ya no está en la sección A la carta, pero lo encontré en Youtube).

También es un personaje singular sin duda, alguien que con 9 años agarra una cámara y medio jugando comienza a hacer fotos de accidentes, de sucesos y que eso termine siendo su profesión en la que además alcanza una cierta relevancia internacional es alguien que tuvo la inmensa suerte de que su vida se encaminara por una profesión para la que poseía grandes cualidades. Es curioso cómo en el vídeo se acuerda de todos los detalles de las escenas que fotografió y hace una descripción sucinta pero no exenta de detalles, casi literaria, y también la forma maniática y compulsiva de elaborar dosieres con fotos que recorta de los periódicos o de coleccionar juguetes y tenerlo todo perfectamente ordenado.

Pero en este caso lo que más me fascina son sus fotografías, por dos cuestiones fundamentalmente, en primer lugar por la forma en que la tragedia convive con el arte: son fotos trágicas, muchas de ellas descarnadas, hoy ya no sería correcto publicarlas y, sin embargo, hay una visión artística: la composición, el punto de vista que elige. Convierte en cruel la afirmación de que hay belleza en lo más abyecto, algo en lo que coinciden su fotografía y la de García Alix. Resulta evidente que está excepcionalmente dotado para ello. Y en segundo lugar por la sociedad que retrata, multitudes de curiosos que acuden a contemplar la escena y que se muestran más preocupados por la cámara del periodista que por lo que allí ha ocurrido. Sorprendentes fotografías, desde luego.




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