Bocados de realidad LXXV
He notado que de un tiempo a esta parte me atraen especialmente
las texturas. Me gusta fotografiar objetos desde muy cerca para que se aprecie esa
textura, pero es que, además, cuando proceso esas fotografías intento
resaltarla y me atraen mucho los encuadres muy cerrados, recortes muy drásticos
de la foto que afortunadamente soporta bien la resolución del sensor (16 mpx),
al menos para su visión en una pantalla, en los que se aprecie mucho el detalle
y casi siempre me quedo con ganas de recortar más, lo que me supone una lucha
interna entre eliminar información de la escena y centrarme en el detalle
concreto. Puede que esta atracción sea debida a la pérdida progresiva de vista
debido a la conocida vista cansada y que esas imágenes ampliadas en la pantalla
del ordenador tengan para mí el atractivo de lo oculto, lo perdido, lo que no
puedo ver.
Fotografío esta vieja lona descolorida y ajada que un día
formó parte de un toldo y me gustan esas arrugas que transmiten lo recio de la
tela y ese color que el agua y el sol se fueron comiendo pero que aún permanece
casi intacto en las zonas menos expuestas, más protegidas.
Lona (2018) |
Pero me seduce más este otro encuadre más cerrado en el que
se aprecia la urdimbre de la tela, las costuras, ese broche oxidado
Lo mismo me ha pasado con la siguiente foto (y con bastantes
otras más):
Puerta trasera (2018) |
La he titulado Puerta
trasera porque en realidad es la puerta trasera de la catedral nueva de
Salamanca y resulta llamativo que mientras las puertas principales, además de
tener un diseño mucho más elaborado están en perfecto estado de conservación, esta
sufre el descuido que se aprecia y que la foto pretende poner de manifiesto.
Por esa razón me decidí por este encuadre como definitivo, pero más allá de
esas cuestiones y centrándonos en las texturas y colores como objeto de la foto
me atraía una foto más cercana que, precisamente, se centrara en esos aspectos
Algo que no he sido capaz de resolver en esta otra
Me gusta la textura de esa pared, pero también la sombra de
la farola y aunque ésta está un poco confusa y no tiene mucho atractivo pero aun
así le aporta sentido a la foto. Acercarme a la pared supone cortar esa sombra
y no me decido a hacerlo. Por otro lado, tal como está no me dice gran cosa así
es que la foto permanece en el limbo, sin solución.
Probablemente la solución del problema sería una impresión
en gran formato de manera que se pueda tener una visión general y, acercándose,
una visión del detalle, también en el ordenador se puede ampliar la imagen; pero
ya sabéis que valoro mucho el encuadre y la concepción unitaria de la imagen de
manera que el encuadre y el contenido formen parte de ella por lo que me siento
obligado a optar por un encuadre concreto, si bien es cierto que de una foto
original no tiene por qué salir una única foto sino que puede dar lugar a
varias y aunque una de ellas sea la que más me guste no quiere decir que las
otras no me gusten también.
Volviendo al incremento de mi interés por las texturas, lo
cierto es que no solo tienen que ver con el sentido de la vista sino también
con el del tacto y en el caso de la siguiente foto, quizás por evocar una zona
más sensible, consiguen transmitir sensaciones diferidas.
Sensaciones (2018) |
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