Bocados de realidad XXIV
Tal como dije la semana pasada quería dedicar esta entrada a
fotografías sin espacio negativo y, a decir verdad, me ha costado trabajo encontrarlas.
No es que no las tenga, pero me he dado cuenta de que en esas fotos casi
siempre busco la abstracción. Claro, al no haber un motivo sino que es el
propio motivo el que ocupa toda la imagen el resultado es una fotografía en la
que no hay una escena, no hay un sujeto protagonista, sólo una composición.
Es por lo tanto un tema al que ya he dedicado más de una de
estas entradas y no quería repetir otra más, por lo que intentaba buscar
fotografías de ese tipo pero que no fueran simples abstracciones geométricas o
formales sino que incluyeran un contenido reconocible, por así decirlo, que
además de esa abstracción inevitable hubiera en ellas también figuración, ¿una
figuración abstracta? Algo así. Cuando pensé en este tema para una entrada
tenía en mente dos fotografías Oporto
y Verbena, no he encontrado muchas
más que respondieran a estas características concretas.
Quien conozca Oporto reconocerá fácilmente la primera fotografía
pues se trata de unas bodegas de Gaia (Vila Nova de Gaia) que se encuentran
junto al puente de Don Luis I por lo que forman parte de la estampa más
conocida de la ciudad. Lo que intenté en esta foto, como es obvio, fue reducir
esa imagen conocida a las franjas horizontales que forman fachadas y cubiertas
debido a la fuerte pendiente sobre el río.
Oporto |
En el caso de Verbena y en cierta medida, el planteamiento es similar: se obvia el todo, que
incluiría el escenario, el grupo musical, etc y se reduce la imagen al público que,
iluminado por las luces de colores adquiere textura. En definitiva hay una
abstracción de lo que es la verbena aunque se pueden distinguir los individuos
por lo que hay también cierta figuración.
Verbena |
Finalmente hay otra imagen que también responde a estos
parámetros, aunque más abstracta que las anteriores creo que también es fácil
descifrar el motivo protagonista. Es una imagen sencilla, intrascendente que siempre me ha gustado y le tengo cariño así
es que no me resisto a incluirla.
Volumen |
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https://i.imgur.com/Mrknzrx.jpg
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Cartier-Bresson poseía junto con su esposa, la también fotógrafa Martine Frank, una casa de campo, «Le Claux», en Céreste, en la Alta Provenza, que por tanto no distaba mucho de Arles y en la que pasaba temporadas en verano, efectuando visitas furtivas a las exposiciones y proyecciones que podían atraerle. La mansión se convertiría previsiblemente en un foco de selecta peregrinación al que muchos admiradores acudían para rendir pleitesía, pero también en un lugar de encuentro entre viejos camaradas de profesión. Cuando en una ocasión Eugene Smith fue el invitado de honor del Festival, Desvergnes lo condujo a visitar a su antiguo amigo. Los dos máximos exponentes del documentalismo social habían compartido en el pasado causas y aventuras, y el afecto que se profesaban no llegó nunca a disipar una humana rivalidad. Ambos por otra parte tenían fama de apasionados y de enérgicos conversadores: locuaces, agudos e incisivos. Eugene Smith no aventajaba a Cartier-Bresson en mordacidad e ironía. En el fragor de una discusión, Smith preguntó: «Y, tú, Henri, ¿cuántas fotografías buenas, verdaderamente buenas, crees que has conseguido hacer en tu vida?».
Ante esta pregunta-trampa se produjo un silencio expectante entre los asistentes. Los dos fotógrafos habían publicado a lo largo de su carrera docenas de libros, con miles de imágenes. ¿Cómo condensar esos millares de «instantes decisivos» en un número reducido de obras maestras? Lo que parecía presumible dialécticamente era que, fuese cual fuese la respuesta, Smith iba a reprender a su oponente rebajándole el número, censurando así un eventual bajo nivel de autoexigencia. Por lo cual, en previsión, Cartier-Bresson optó ya por una cifra ostensiblemente exigua y modesta: «Yo creo que unas doce. Tal vez sólo diez». A lo que al otro le faltó tiempo para reponer impetuoso: «¡Anda ya! ¡Qué exageración! Como mucho has hecho tres, buenas verdaderamente buenas. No más de tres».