La fotografía mentirosa




Mediante el cuadro reproducido arriba René Magritte reclamaba liberar la pintura de la servidumbre de la realidad: un cuadro, una pintura no tiene por qué ser fiel a la realidad, venía a decirnos. ¿Vive hoy la fotografía, sobre todo tras hacerse accesible a cualquiera el proceso de edición y manipulación digital de la imagen, un proceso similar? ¿Puede o debe la fotografía liberarse de esa servidumbre como hizo la pintura?

Hace unos días en un foro de internet sobre fotografía se mostraba la obra de Pedro Luis Raota, un fotógrafo argentino cuyas fotografías tienen, a primera vista, un marcado carácter social, quiero decir que muestran escenas de la vida cotidiana con la particularidad de que resultan paradójicas. Alguna hasta tal extremo que, sin saber nada de él, pronto se llega a la conclusión de que se trata de montajes, de que lo que aparece en sus fotografías son escenas preparadas. No siempre, o no siempre resulta evidente, pero tras haber observado esto ya la sospecha ha arraigado y, para mí, las fotos pierden interés. Leyendo información sobre él, parece que es algo que reconoce abiertamente y aunque esta circunstancia le ha sido criticada a menudo su respuesta es: «Un fotógrafo imagina una imagen, y si esa imagen que imagina no existe, la creará, como hace un director de cine».

Los que comentaban en el post ensalzaban su trabajo y sobre la cuestión de los montajes opinaban que el debate sobre la relación entre la fotografía y su reflejo de la realidad estaba obsoleto y no tenía sentido plantearlo, la fotografía es una herramienta como otra cualquiera y se puede hacer de ella el uso que se considere conveniente sin restricción alguna. Debo decir que esta era también mi forma de pensar, pero como uno vive instalado en la duda, descarta las certezas y ante cualquier opinión gusta de ponerse en la posición contraria para ver hasta dónde da de sí, me puse en esa tesitura y pensé que si a la fotografía la despojamos absolutamente de la realidad ¿qué nos queda? La fotografía tiene, en su concepto, en su génesis como sistema de representación un compromiso con la realidad: En la fotografía analógica la luz reflejada por los objetos impresionaba la película por lo que lo que mostraba la imagen resultante no podía ser otra cosa que la realidad. Sólo se puede fotografiar aquello que existe. A diferencia de un pintor que aun estando ante un paisaje desértico puede pintar unas montañas nevadas, el fotógrafo, para fotografiar unas montañas nevadas ha de tenerlas delante de la cámara, dándole la vuelta, si en una fotografía aparecen unas montañas nevadas quiere decir que el fotógrafo las tenía delante, es decir, que existen. Es por eso que el observador concede a priori veracidad a las imágenes que observa en una fotografía y, por lo tanto, que la imagen mostrada sea un montaje no deja de ser una traición, un engaño: el fotógrafo se está aprovechando de esa postura inicial del observador, la está utilizando al servicio del mensaje que pretende transmitir. Obviamente en el arte, y la fotografía lo es, o lo puede ser, todo está permitido aunque, como dice Muñoz Molina: «Lo más valioso del arte, y en el término incluyo toda experiencia estética, no es la sensación de comprender una obra, sino la de ser comprendidos por ella. Otra cosa, claro, es la calidad, que depende sobre todo de si hay o no impostura, porque hay momentos en que al arte no le permitimos ni un gramo de impostura, de afectación, ni una nota falsa. A aquello que nos pide mucho tenemos el derecho a exigirle mucho». A mi modo de ver a la hora de valorar ese engaño, de considerarlo o no aceptable no se puede generalizar y es necesario tener en cuenta al servicio de qué idea se organiza tal montaje. No es suficiente con que el fotógrafo admita abiertamente la posibilidad de que sus fotografías sean montajes, para cada fotografía será distinto.



Estas 4 fotografías, las 2 de arriba y las 2 de abajo, son de Pedro Luís Raota (hay otro Raota, José Luís y comparten página web). Las dos de arriba son evidentes montajes y no creo que a nadie puedan molestarle pues, además de advertirse claramente esta circunstancia, responden a un fin jocoso. Las dos de abajo en cambio apelan a sentimientos más «serios» y no tendrían el mismo efecto si supiésemos de antemano que son un montaje (o escenas de una película) que en el caso de que creamos que son escenas reales. Nada además en estas últimas induce a pensar que sean escenas preparadas, como sí ocurre con las primeras. El fotógrafo no está jugando limpio.




JOAN FONTCUBERTA.

Como para mí el tema no estaba superado y me apetecía reflexionar sobre él empecé a buscar información en internet, opiniones sobre esta cuestión. Pronto apareció la figura de Joan Fontcuberta, un fotógrafo, teórico y artista de la fotografía que ha profundizado en este asunto a través de varios ensayos publicados como El beso de Judas. Fotografía y verdad y La cámara de Pandora. La fotografí@ después de la fotografía, éste último premio nacional de ensayo en 2011.




En un principio, las tesis de Fontcuberta que encontré en entrevistas me parecían poco sólidas. Venía a decir que toda fotografía está manipulada y que la realidad que refleja una fotografía no es la realidad sino la realidad del fotógrafo. Claro, pensaba yo, es que la realidad no existe como tal, sólo aquella que cada uno de nosotros vemos, tamizada por nuestros filtros ideológicos, culturales y demás. Un fotógrafo no puede más que mostrar la realidad que él ve, enfatizando y resaltando los aspectos que, a él, le parecen importantes. Su fotografía transmite un mensaje, el mensaje que quiere transmitir el fotógrafo, pero con esto ya contamos, estos planteamientos sobre la realidad superan el ámbito de la fotografía y se enmarcan más bien en el de la filosofía  que desde Platón lleva dándole vueltas al tema de la realidad y su percepción por el ser humano sin haberla resuelto aún, como no puede ser de otra manera. No creía, sin embargo, que en un planteamiento tan simple pudiera sustentarse toda la argumentación de Fontcuberta, así es que me leí los dos libros mencionados, cosa que recomiendo a quien pueda leer esto, y no sólo a los aficionados a la fotografía sino a todo aquél interesado en entender cómo funciona el mundo que nos rodea. Dice Fontcuberta en la introducción de El beso de Judas: «Todavía hoy, tanto en los dominios de la cotidianidad como en el contexto estricto de la creación artística, la fotografía aparece como una tecnología al servicio de la verdad. La cámara testimonia aquello que ha sucedido; la película fotosensible está destinada a ser un soporte de evidencias. Pero esto es solo apariencia; es una convención que a fuerza de ser aceptada sin paliativos termina por fijarse en nuestra conciencia». Más adelante matizará esta afirmación por ejemplo cuando dice: «Toda fotografía es una ficción que se presenta como  verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad».

Hoy, desde la irrupción de la tecnología digital y la proliferación de cámaras, la fotografía ha disparado su papel en la sociedad en muchas direcciones y no se puede hablar de fotografía como un concepto unitario. Las fotografías que se comparten en las redes sociales, por ejemplo, no hacen ninguna concesión a la calidad técnica, por lo general son pésimas, sólo pretenden ilustrar un momento concreto y volátil una vez hecho lo cual pierden su sentido, son fotografías de usar y tirar. Justamente al contrario en los foros de fotografía, en los que participan profesionales y aficionados a esta disciplina se suele dar una importancia excesiva a la técnica, centrándose en el encuadre, el enfoque, las luces, los parámetros empleados en la toma, el modelo de máquina… y olvidándose del motivo, de lo que expresa la fotografía, de lo que cuenta. Quizás por esto los que esperamos que una fotografía nos cuente una historia que nos conmueva o nos haga pensar no admitimos que se nos engañe como dice Muñoz Molina y estamos con Fontcuberta en que lo importante son las intenciones del fotógrafo.

En sus ensayos Fontcuberta dirige el asunto de la veracidad de la fotografía en otras direcciones incluso más interesantes que el aquí abordado de la valoración ética de las fotografías de Raota, por ejemplo en los mecanismos de la credibilidad, en los formatos bajo los cuales estamos dispuestos a aceptar como cierta la información que se nos ofrece y en el riesgo que ello supone: «Durante los últimos años, la parte más significativa de mi trabajo ha consistido en fabricar diferentes presentaciones que parodian la retórica expositiva de los museos y de las instituciones científicas, alrededor de disciplinas como la botánica, la zoología, la historia, la antropología o la astronomía. Fundamentalmente se trata, por un lado, de falsificar "documentos" y, por lo tanto, de incidir en los procesos culturales que ungen de verdad determinados objetos y en los mecanismos autentificadores de que se sirven (por ejemplo, el referido anteriormente de la fotografía como prueba presuntamente objetiva); y por otro lado, incidir críticamente sobre la supuesta autoridad institucional del museo, que en su condición de santuario del saber llega a arrogarse el ministerio en exclusiva de la verdad... Hace falta que el espectador llegue a comprender que fotografías, sonidos y textos son mensajes ambiguos el sentido final de los cuales solo depende de la plataforma cultural, social, institucional o política en la que se encuentran insertos. Esta ambigüedad, esta indefinición del sentido, es justamente lo que permite el juego de la manipulación. La mirada del espectador recrea siempre la significación, pero esta mirada puede ser orientada en cualquier dirección. Mal que nos pese, la objetividad no existe; pero ¿es posible jugar limpio?».

MIS FOTOGRAFÍAS.

No es mi intención traer aquí el contenido concreto de los ensayos de Fontcuberta ya recomendados sino más bien las consecuencias colaterales que para mí ha tenido su lectura aún en otras cuestiones diferentes a las inicialmente previstas. Así, he encontrado en Fontcuberta dos cualidades que siempre he admirado, por un lado un amplio conocimiento de la disciplina y por otro que dicho conocimiento está muy bien ordenado en su cabeza. En este sentido y en lo que hace referencia a la fotografía como disciplina artística, es capaz de exponer ordenadamente los planteamientos de las diferentes corrientes. Sabemos que el arte se organiza en una cadena evolutiva en la que cada eslabón encuentra su justificación en el anterior y a la vez da sentido al siguiente. Fontcuberta es capaz de mostrarnos parte de esta cadena y lo hace además de forma precisa y clara, amena incluso. Podemos ver así qué motivaciones mueven a un fotógrafo que aspira a hacer arte con su fotografía, cómo el sentido de sus obras se origina en sus reflexiones sobre el mundo y la realidad que lo rodea, cómo plantea sus creaciones y con qué objeto. Y todo ello con la intención de reflexionar sobre mis fotografías.

Si he destacado estas últimas cualidades, las motivaciones que mueven a un fotógrafo a hacer sus fotos, el planteamiento y el objeto de sus creaciones, es porque me resulta muy difícil explicarme incluso a mí mismo, aunque lo intentaré a continuación, qué tipo de fotos son las que me gusta hacer, qué llama mi atención, qué espero de mis fotos.

Diría sin duda que lo primero que espero de mis fotografías es que resulten estéticamente atractivas. Aunque no descarte que en algún caso pueda moverme la intención documental creo que, incluso en esos casos, la condición estética es irrenunciable. Al servicio de esta condición están muchos de los factores de la fotografía, quizás el que más valore de ellos sea el encuadre, le doy infinitas vueltas durante el procesado hasta que un encuadre concreto me dice algo, no sé qué, funciona por instinto pero de pronto la foto parece adquirir una fuerza y un equilibrio que no tenían otros encuadres y entonces sé que está acabada. Otras se me resisten y las dejo reposar porque sé que ahí hay una foto que me gustará. Tiempo después vuelvo sobre ella y la encuentro, otras se siguen resistiendo y siguen a la espera. También están el color, la textura, el contraste… y el motivo. Al motivo lo que le pido es que contenga un poquito de poesía.

Por otro lado, recuerdo que Miquel Barceló afirmaba en una entrevista que la gente de Mali, donde vivía entonces, ignoro si lo sigue haciendo, no era capaz de ver lo representado en una fotografía, ven las manchas pero son incapaces de interpretarlas. Añadía que no ocurría lo mismo con sus cuadros, que nada más mostrárselos, enseguida identificaban el mercado, la escuela, la plaza… Y contaba una anécdota: en cierta ocasión necesitaba una foto de carnet para un documento así es que acudió a una máquina fotomatón. Cuando llegó observó que había una mujer esperando a que sus fotografías salieran de la máquina. Él entró en la cabina, introdujo las monedas, se hizo la foto y cuando salió la mujer seguía esperando. Cuando la máquina soltó las fotos, las de él, la mujer se apropió de ellas diciendo que eran las suyas. No le sirvió a Barceló insistirle en que eran suyas, que era él quien aparecía en la foto, que mirara la foto; la mujer se fue con ellas. Así es que, terminaba, esa mujer debe andar por ahí con mi foto en su carnet de identidad.


Miquel Barceló. Embarazada mercado.

Esta experiencia de no ser capaces de descifrar una foto no es algo extraño sino algo que a todos nos ocurre con cierta frecuencia, hay veces que durante unos segundos no conseguimos ver la fotografía, le damos vueltas hasta que por fin, de repente, se hace la luz y se revela su contenido, ahora todo encaja. Ese tiempo durante el que no vemos nada identificable en la foto es un poco mágico, parece que una vez que el motivo de la fotografía se nos hace visible ésta pierde un poco de encanto. Muchas veces persigo en mis fotografías esos instantes de magia.

Tengo la intención de crear en breve, está en preparación, una sección en la que cada semana mostrar una de mis fotografías, en la que se podrá observar esto que digo.



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