Bocados de realidad XLI

Hoy voy a tratar de exponer, a partir de una única fotografía, algunas de las cuestiones que me planteo a la hora de editar una foto y llegar a un resultado final.

La fotografía original es esta:


Vi, desde mi ventana, a la mujer sentada en la plaza y me gustó la escena, en primer lugar por la forma en que está sentada, casi al borde del banco, sin querer acomodarse, como esperando a alguien y en segundo lugar por su posición respecto a la luz: al sol con una gran sombra como fondo que ella invade, lo cual me gusta para llevar la sombra a negro y obtener un buen contraste. Ya mirando por el visor de la cámara di enseguida con el encuadre, el motivo ocupando la esquina inferior derecha en la que se forma un triángulo de luz y como fondo la gran superficie de sombra que aparece rematada y delimitada por esos leves reflejos de luz sobre el suelo de la plaza en la parte superior. Me hubiera gustado que esos reflejos tuvieran más fuerza, pero es lo que había.

La mujer se levantó enseguida y se fue por lo que sólo pude hacer esta foto, pero estaba contento con el resultado: tenía un encuadre “agresivo” de los que me gustan. El resto habría que trabajarlo.

Cuando empecé a procesar la foto lo hice sobre el motivo principal, es decir, sobre la mujer, tocando las luces, la exposición, el contraste… con el objetivo ya indicado de oscurecer la sombra al máximo sin llegar a desnaturalizar los rasgos de la mujer ni perder del todo su figura, su postura; el color de su chaquetón no ayudaba, con ese tono muy similar al del fondo. Tampoco quería perder esas manchas de luz de la parte superior que incluso intentaría potenciar. Me encontré entonces con que la mujer tenía mucho más interés del previsto: un rostro curtido por el sol y las arrugas, una mirada escrutadora y despierta y unas manos callosas y arrugadas de esas que se suelen utilizar en fotografía para representar una vida. No podía renunciar a todo eso y se perdería si mantenía el encuadre que había pensado en principio, así es que decidí cambiar la idea original y buscar un plano más corto. Llegué a esta foto:


Blanco y negro, como veis. Cuando el color no tiene especial relevancia el blanco y negro le da más fuerza a las fotos. En este caso se pierde el tono agreste que el sol y el aire del campo han imprimido a su cara, por lo que me costó decidirme, pero finalmente lo hice porque creo que en el balance global la foto gana fuerza. A veces hay que hacer algún sacrificio.

Con este encuadre la foto es más convencional; mantiene el planteamiento luz-sombra, pero, como suele ocurrir en estos casos en los que se pretende atender a dos circunstancias opuestas, creo que la foto se queda a medias y no resuelve ninguna. Por un lado se pierde el encuadre extremo de la primera foto y, sin embargo, no acaba de mostrar suficientemente esas cualidades de la mujer que me interesan. Es sólo una foto correcta.

Así es que seguí cerrando el encuadre y llegué a esta otra foto en la que la cara y las manos sí tienen el protagonismo que merecen:


Creo que esta última es la que más me gusta. Ciertamente una foto no tiene por qué acabar en un único resultado final, aunque parece inevitable compararlas y elegir una como la que más nos gusta. Como me gustaban las tres decidí hacer un tríptico que, de paso, relatara esto que aquí he expresado con palabras:


Me gusta esa línea diagonal que definen las tres caras.

Comentarios

wallace97 ha dicho que…
Muy bonito el tríptico. En cuanto a las fotos una a una, me quedo con la primera, y en color. Porque no soy muy fan que digamos de las fotos-documento, y me gusta el contraste entre el color que aporta el sol en la esquina inferior y la sombra en el resto de la foto, con el toque ese del reflejo en la parte superior.
MJGE ha dicho que…
Vamos, que por ti podía haberme ahorrado tanta complicación :))
Es cierto que el color de la zona soleada tiene su atractivo. La próxima vez lo pensaré dos veces antes de pasar a ByN.

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