CRISIS... DE VALORES


Sólo aparentemente la película-documental INSIDE JOB profundiza en las causas de la crisis económica que actualmente azota a los países del que podríamos denominar mundo occidental o mundo capitalista. La película es un documento en el que se describen minuciosamente las prácticas financieras que, supuestamente, provocaron esta situación, así como los nombres y apellidos de las personas empresas y entidades responsables.

Sin embargo y pese a lo impecable de los planteamientos, yo no creo que las expuestas en la película sean las causas primeras de la crisis sino sólo las consecuencias de algo mucho más profundo y en lo que, a mi juicio, se localiza la verdadera causa de esta situación y que no es otra cosa que el feroz materialismo que encabeza la escala de valores de la sociedad capitalista.


Evidentemente se trata de distintos planos de análisis. La película analiza unas prácticas financieras y sus consecuencias para la economía mientras que este materialismo que yo señalo como causa primera de la crisis pertenece al plano moral. Ahora bien, la película responsabiliza tanto a los que llevaron a cabo dichas prácticas como al sistema por no controlarlas y regularlas y tal responsabilidad se justifica en base a unos principios morales de los que supuestamente carecen las personas señaladas.

Para hacer un resumen diremos que lo que la película relata que ocurrió fue lo siguiente: En el ámbito privado, ciertas entidades financieras, las más importantes o con mayor capacidad en el sector, desnaturalizaron ciertos productos financieros para convertir inversiones de alto riesgo en inversiones seguras. Para ello contaron con la complicidad, mejor habría que decir que compraron la complicidad de las Agencias de calificación que, también dentro del ámbito privado, eran las encargadas de certificar la calidad de dichos productos. La perversión llegó hasta el punto de articular los mecanismos necesarios para que incluso el fracaso de estos productos, previsible, por otro lado, produjera beneficios a sus creadores. En otras palabras, se crea un producto de baja calidad, a sabiendas de que lo es, se obtienen para él las mayores calificaciones para venderlo como un producto altamente fiable y se apuesta por su fracaso mediante pólizas de seguros creadas a tal fin. Está claro que se trata de una estafa, hay engaño; pero este es un juicio emitido desde el orden moral, no desde el legal: el producto es nuevo y no está regulado, quienes lo venden aportan la calificación otorgada por las agencias para avalar su fiabilidad y éstas argumentan que dicha calificación es sólo su opinión y que no obliga a nadie a aceptarla. Nada ilegal. Ya en el ámbito público, la administración, los cargos competentes para regular estos productos e impedir estas prácticas no lo hacen, ¿por qué? Argumentos seguro que no le faltan, como que la economía crece y esto es beneficioso para el país… es su criterio, aunque para todos resulte evidente que dicho criterio ha sido comprado, bien mediante pagos en metálico bien mediante su nombramiento como altos cargos de estas empresas. Para redondear la cuestión, se recaba la opinión de reconocidos economistas de las universidades más prestigiosas, que emiten informes favorables; informes generosamente remunerados, claro está, pero que sólo son, efectivamente, una opinión personal. Una vez más podemos reprochar, tanto a los agentes de la administración como a los economistas privados, que pongan su criterio al servicio de sus intereses económicos; pero, una vez más, estaremos apelando al sentido moral. De hecho, y como se relata también en la película, pocos de los involucrados en estas operaciones han resultado condenados; más bien al contrario: muchos se han retirado con primas de compensación escandalosamente altas, otros ocupan cargos importantes en empresas o en la misma administración americana del presidente Obama… en cuanto a las agencias de calificación, siguen siendo a día de hoy tristemente protagonistas de la situación económica.

La cuestión que se plantea es simple. Desde mi punto de vista es la propia sociedad, todos nosotros, los que establecemos la escala de valores en vigor, puede que de forma inconsciente pero, desde luego, no involuntaria. El establecimiento de una jerarquía de valores determinada trae como consecuencia inherente que los poseedores o administradores de los valores más cotizados adquieren la cualidad de líderes y son los depositarios del poder, un poder no reglado pero real, práctico. Cuando, en otros tiempos, la aspiración de la sociedad, de los individuos, era la vida eterna los líderes a imitar eran los santos y el poder lo ostentaba la Iglesia. Hoy, que nuestra aspiración es la posesión de bienes materiales, el mundo, al menos el occidental o capitalista, queramos aceptarlo o no, está gobernado por los poderes económicos. Y por eso me pregunto, si es la propia sociedad, la suma de cada uno de nosotros, la que establece tal escala de valores, ¿hasta qué punto está justificado nuestro escándalo, nuestra exigencia de un comportamiento moral que no está en vigor?

Hemos hecho de los bienes materiales nuestra principal aspiración en el convencimiento de que son ellos los que procuran la felicidad que, en última instancia, todos perseguimos. Errados o no, lo cierto es que el dinero, el medio con el que se puede obtener todo lo material, se ha convertido en el principal valor y su acumulación en nuestro principal objetivo. ¿A qué han quedado reducidos hoy día  valores de índole espiritual como la honestidad, la sinceridad, la responsabilidad, la sabiduría, la experiencia, el respeto, el compromiso..? Aunque ya nos pasan desapercibidos, si uno se fija puede observar cada día episodios en los que estos valores son claramente menospreciados.

La sociedad atraviesa hoy un proceso de depreciación de estos valores, que poco a poco van quedando reducidos a nada, mientras que el materialismo, el dinero, se asienta cada vez más como valor supremo. Aún inmersa en este proceso de sustitución de valores, sigue escandalizándose de la falta de moral de los corruptos, de las operaciones de ingeniería financiera que se guían únicamente por la rentabilidad, del poder de los mercados, sin aceptar o tal vez sin darse cuenta de que es ella misma, cada uno de nosotros, debo insistir, los que  hemos decidido despreciar los valores morales y encumbrar los materiales.

Por lo que se va viendo en la evolución de la crisis nada de esto va a cambiar. Es difícil que cambie, la historia no va nunca hacia atrás. Se establecerán controles, normas, leyes para que no vuelva a ocurrir lo mismo, pero no se van a cambiar los valores. El valor de lo material y el poder económico van a seguir imperando. La sociedad acabará por despojarse definitivamente de los valores obsoletos y asumirá los nuevos. Durante este proceso habrán de irse ajustando progresivamente los criterios que rigen la actividad social para adaptarlos a los nuevos valores.

Ciertamente cuanto antes se culmine este proceso será mejor, pues mientras la legislación siga confiada en que la integridad moral es una fuerza operativa aparecerán cada vez más aprovechados capaces de darnos disgustos como el de esta crisis que padecemos.

Comentarios

Cabopá ha dicho que…
Ay, la crisis y sus términos, hoy hablo yo en mi ventana...
Estoy un ratico aquí mirando tus fotos de árboles y gente, son preciosas, siempre desde lo alto. Gracias por compartirlas.
Anónimo ha dicho que…
La crisis de valores viene de largo, de muy largo.
Come bien dice, inunda también nuestro raciocinio
Y nuestras decisiones, aunque no la identifiquemos.
Con esas decisiones, alteramos nuestro propio pensamiento
Y a quien comparte con nosotros una pizca de aire o de sentimiento.
Como casi todos los grandes males sociales, identificarlos es fundamental,
Pero hacerlos nuestros, imprescindible.
MJGE ha dicho que…
Exactamente Anónimo.Esa es la cuestión.Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que el primer paso para hacerles frente es la actitud y el compromiso personal; dejar de actuar como si el mundo fuera algo que nos es ajeno.

Gracias por tu comentario.

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